LANOTA.- Durante años, los billetes circularon con ritmo frenético en Sinaloa: narcos comprando casas, empresarios levantando fraccionamientos, bancos otorgando créditos. Pero desde que estalló la guerra entre Los Chapitos y La Mayiza, el dinero cambió de rumbo. Ya no se invierte en ladrillos, sino en armamento.
El conflicto interno del Cártel de Sinaloa no solo tiñó de rojo las calles, también apagó la economía de un estado que, paradójicamente, dependía del dinero que manchaba la tierra.
EL SILENCIO DE LOS FRACCIONAMIENTOS
Daniel Félix, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda en Sinaloa, recuerda el cambio con claridad: “Desde el primer mes de enfrentamientos, la gente dejó de salir. Si no hay visitas, no hay ventas”.
En los fraccionamientos de Culiacán, las cortinas permanecen abajo. Las casas que antes brillaban con autos de lujo en las cocheras ahora lucen el polvo del abandono. Familias que huyeron sueñan con volver, otras esperan vender cuando las cosas se calmen. Pero nadie sabe cuándo ocurrirá eso.
LOS BANCOS CIERRAN EL GRIFO
A medida que las balaceras se hicieron parte del paisaje sonoro, los bancos endurecieron sus políticas. Los créditos hipotecarios se congelaron en zonas conflictivas y los desarrolladores comenzaron a ofrecer bonos o descuentos para atraer compradores. Nada funcionó.
La incertidumbre es el peor enemigo del ladrillo, dicen los expertos.
EL MERCADO NACIONAL SIGUE, SINALOA SE DETIENE
Mientras el país reportó un incremento de 8.7% en el valor de las viviendas durante el segundo trimestre de 2025, en Sinaloa el panorama fue distinto. Aunque el índice subió apenas 5.4%, la cifra es engañosa: los precios aumentan, pero las ventas caen.
El valor promedio de una casa en México alcanzó los $1 millón 862 mil pesos, pero en Culiacán hay desarrollos enteros sin movimiento. De cada diez clientes interesados en comprar vivienda, cuatro ya se fueron del estado y otros tantos decidieron esperar, según datos citados por Grupo Multimedios.
ENTRE EL MIEDO Y LA ESPERANZA
Sinaloa vive una paradoja. La guerra entre facciones del mismo cártel generó una contracción económica que ni los decomisos ni los operativos federales lograron frenar. El dinero ilícito que sostenía parte del mercado inmobiliario desapareció, dejando una resaca visible en cada casa abandonada.
Aun así, hay quienes se niegan a rendirse. Los desarrolladores insisten en que “todo ciclo se recupera”. Pero el ciclo que hoy enfrenta Sinaloa no depende del mercado ni de los créditos hipotecarios, sino de un alto al fuego que aún no llega.
Síguenos en @LaNotaDeMexico







