“Mira, papi, la Catrina”: la última noche de Carlos Manzo, el alcalde de Uruapan asesinado

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Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, asesinado en el Festival de las Velas.

LANOTA.- La noche de Uruapan tenía el brillo de las velas y el rumor del pueblo reunido. Era el inicio del Festival de Velas, una de las celebraciones más queridas por los habitantes, donde las calles se encienden con la memoria y la esperanza. Carlos Manzo Rodríguez, alcalde del municipio, caminaba entre la multitud con su hijo pequeño en brazos. Sonreía. Saludaba. A unos metros, la música y los colores de la tradición llenaban el aire. Nadie imaginaba que esa luz festiva sería también la última que vería.

Eran las ocho de la noche cuando los disparos rompieron la calma. Tres detonaciones, certeras, a la espalda. El cuerpo de Manzo se desplomó junto a la plaza principal, en el corazón del Centro Histórico. La gente gritó, corrió, se tiró al suelo. Su hijo fue puesto a salvo por los asistentes. El alcalde quedó tendido sobre el empedrado, mientras las velas que habían sido encendidas para celebrar la vida comenzaron a iluminar la muerte.

UN GRITO AHOGADO EN LA MULTITUD

Testigos relataron que unos minutos antes del ataque, Carlos se había detenido frente a una figura monumental de La Catrina. “Mira, papi, la Catrina”, le dijo al niño. Fue su última frase conocida, un eco que desde entonces persigue a quienes estuvieron allí.

Los agresores huyeron entre el tumulto. Los paramédicos llegaron de inmediato, lo subieron a una ambulancia rumbo al Hospital Fray Juan de San Miguel. Durante cuarenta minutos, los médicos intentaron devolverle el pulso. No lo lograron. A las 20:50 horas, el alcalde de Uruapan fue declarado muerto.

UN ALCALDE ENTRE EL MIEDO Y LA VALENTÍA

Carlos Manzo no era ajeno al peligro. Había llegado al gobierno como candidato independiente, en una tierra marcada por la presencia del crimen organizado. Desde el inicio de su administración denunció amenazas y pidió ayuda al Estado mexicano.

En septiembre pasado, había dicho en una entrevista:
Tengo miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía. No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados.
Sus palabras hoy suenan como un presagio cumplido.

LA PLAZA QUE QUEDÓ EN SILENCIO

Tras el ataque, la plaza que horas antes estaba llena de vida se transformó en un altar improvisado. Vecinos encendieron veladoras, formaron una cruz y escribieron su nombre sobre las manchas de sangre que no habían terminado de secarse.

Durante la madrugada, el silencio fue interrumpido solo por los rezos. En redes sociales, decenas de uruapenses compartieron imágenes del sitio con un mismo mensaje:
“No merecía morir así.”

Las actividades del Festival de Velas y la Feria del Atole fueron suspendidas. El lugar permanece acordonado bajo resguardo de policías municipales, estatales y de la Guardia Nacional.

UN PATRÓN DE SANGRE EN LA POLÍTICA MEXICANA

El asesinato de Carlos Manzo no es un hecho aislado. En los últimos quince años, más de 150 alcaldes, exalcaldes y candidatos municipales han sido asesinados en México. Cada uno, una historia truncada; cada muerte, un recordatorio de que el poder local sigue siendo el frente más vulnerable frente al crimen.

En Uruapan, las velas que iban a celebrar la vida terminaron encendidas por la muerte de quien, hasta sus últimos pasos, quiso devolverle la luz a su ciudad.

Y en medio del duelo, una frase sigue resonando en la memoria colectiva:
“Mira, papi, la Catrina.”

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