LANOTA.- En la calurosa noche del domingo 25 de mayo, el sonido de los instrumentos del Grupo Fugitivo se apagó para siempre. Los músicos, conocidos por animar fiestas privadas en Reynosa, Tamaulipas, desaparecieron en circunstancias que pronto destaparon una oscura trama ligada al crimen organizado. Detrás del caso, se alza una figura temida: Ulises Raga Ortiz, alias “El M-40”, supuesto cabecilla de “Los Metros”, una violenta facción del Cártel del Golfo.
UNA DESAPARICIÓN QUE CONMOCIONÓ A TAMAULIPAS
Eran aproximadamente las 22:00 horas cuando los integrantes del Grupo Fugitivo fueron privados de su libertad mientras se dirigían a un evento en la colonia Riberas del Río. La camioneta negra en la que viajaban nunca llegó a su destino. Días después, el 28 de mayo, sus cuerpos aparecieron calcinados en una ladrillera del ejido Los Longoria. Junto a ellos, también fue encontrado el representante del grupo musical, Livan Edyberto Solís de la Rosa.
La Fiscalía General de Justicia del Estado de Tamaulipas (FGJE) anunció el arresto de nueve presuntos implicados y reveló que el crimen fue atribuido a una célula delictiva bajo el mando de Raga Ortiz.
¿POR QUÉ LOS MATARON? LOS POSIBLES MÓVILES DEL MULTIHOMICIDIO
Aunque el crimen ha sido atribuido oficialmente al brazo operativo de “Los Metros”, las motivaciones detrás del brutal asesinato siguen envueltas en incertidumbre. Sin embargo, hay pistas que apuntan a una razón visceral: los celos.
Una de las líneas de investigación más sólidas sugiere que el origen del ataque fue un conflicto sentimental. Según esta versión, uno de los líderes del grupo criminal habría sentido celos por la cercanía entre un miembro de Grupo Fugitivo y una mujer vinculada emocionalmente con él. Ese “agravio” bastó para encender la chispa que terminó con la vida de los músicos.
Este tipo de conflictos no son nuevos en los círculos delictivos donde el ego, el honor mal entendido y el control sobre las mujeres suelen convertirse en motivos de muerte. En este contexto, el poder se ejerce también desde el castigo ejemplar: una demostración brutal de dominio que busca infundir miedo.
¿UN SACRIFICIO PARA CALMAR LA TORMENTA?
Tras el hallazgo de los cuerpos y el escándalo mediático que generó, surgió otra versión igual de perturbadora: que el propio Cártel del Golfo habría “entregado” a Ulises Raga Ortiz como una forma de aplacar la presión social y política. Así lo informó el semanario Zeta Tijuana, que indicó que el capo, también conocido como “El Fayuca”, fue señalado internamente como responsable del crimen para contener la tormenta.
La supuesta entrega del M-40, sin embargo, está llena de ambigüedades. A pesar de los reportes sobre su captura, su nombre no figura en el Registro Nacional de Detenciones (RND). La opacidad en torno a su paradero alimenta las dudas sobre si fue realmente arrestado o simplemente “resguardado” por los suyos.
ENTRE EL MIEDO Y LA INCREDULIDAD: LA VOZ DE LAS FAMILIAS
Mientras tanto, los familiares de las víctimas se han negado a aceptar la versión oficial. En redes sociales y medios locales, han denunciado que la Fiscalía no ha proporcionado pruebas genéticas que confirmen la identidad de los restos. “No hemos recibido ADN, ni nos han llamado, no hemos visto cuerpos”, afirman.
Una madre, con voz quebrada por la desesperación, fue tajante: “Vamos a hacer lo que sea por encontrarlos. Ni modo, no vamos a esperar sentadas. Tenemos que buscarlos y encontrarlos vivos”.
La tragedia del Grupo Fugitivo ha dejado más que un vacío en la escena musical local; ha expuesto una vez más las grietas del sistema de justicia, la descomposición social en zonas dominadas por el crimen organizado y el dolor de familias que, hasta ahora, solo han recibido silencio y versiones incompletas.
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