LANOTA.– “Nos ilusionaron y nos desecharon como si no valiéramos nada”. Así resume Carmen Loyola el golpe que el Senado de la República les dio a ella y a otras 12 trabajadoras de limpieza. Mujeres que por hasta 14 años mantuvieron impecables los pasillos donde se discuten las leyes que deberían protegerlas. Mujeres que confiaron en las palabras de políticos que juraron que sus derechos serían respetados.
UNA ORDEN QUE NUNCA SE CUMPLIÓ
El presidente de la Mesa Directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña, aseguró que había dado la orden de reinstalarlas. Pero el 1 de abril, cuando llegaron al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, la verdad las golpeó con brutalidad: no había tal reinstalación, solo cheques de liquidación fechados desde el 27 de marzo. Un claro mensaje de que su destino ya estaba decidido, de acuerdo con Animal Politico.
“Nos prometieron estabilidad y nos dejaron en la calle”, denuncia Odette Ramírez, una de las despedidas, quien hoy no sabe dónde dejará a su bebé porque perdió también la guardería que le brindaba su empleo.
AÑOS DE SERVICIO, UN SIMPLE NÚMERO
Entre las afectadas está Gabriela Espinosa, quien con una discapacidad motriz soportó el acoso y maltrato de sus supervisores con la esperanza de que su situación laboral mejoraría. En lugar de eso, le cerraron la puerta sin explicaciones.
“Nos pisotearon. No somos nada para ellos. Noroña no tiene autoridad, si la tuviera, estaríamos trabajando hoy”, lamenta María Alicia Galicia Ramírez, quien dedicó casi cuatro años al Senado.
PROMESAS ROTAS Y UNA JUSTICIA INEXISTENTE
En diciembre de 2024, Adán Augusto López y Gerardo Fernández Noroña anunciaron con orgullo que las trabajadoras serían contratadas de manera directa. No pasaron ni tres meses cuando la realidad las despertó del sueño. Las palabras en tribuna se esfumaron, y el Senado optó por la vía más fácil: despedirlas sin explicaciones.
“Nosotras no pedíamos una liquidación, pedíamos trabajo”, dice con rabia Griselda Villavicencio, quien estuvo ocho años subcontratada y ahora enfrenta la incertidumbre de un hijo adolescente que siente que su madre es una extraña por las largas horas que pasó limpiando los pasillos del poder.
“DISFRUTA LO VOTADO”
Pero quizá la traición más dolorosa es la que vive Carmen Loyola, quien por décadas apoyó al movimiento que hoy controla el Congreso. Fue promotora de Morena, apoyó a Andrés Manuel López Obrador en sus tres campañas presidenciales y creyó que este gobierno sería diferente.
Hoy, sus excompañeros en el Senado se burlan de ella. “Un personal me dijo ‘disfruta lo votado’, y luego otros me repitieron lo mismo. Es una traición total. ¿Así nos pagan?”, dice entre lágrimas.
SIN JUSTICIA, SIN RESPUESTAS
Las trabajadoras despedidas no encontraron justicia en la institución que debería garantizarla. Pidieron explicaciones, pidieron ser escuchadas. Nadie respondió.
“El senador ya pidió nuestra reinstalación, nos dijeron. No creo que se pasen por el arco del triunfo la orden de Noroña… y mire”, concluye Carmen con amarga resignación.
Las 13 mujeres que mantuvieron limpio el Senado hoy enfrentan un futuro incierto. Su trabajo fue subestimado, sus derechos ignorados y su lealtad traicionada. Las palabras de apoyo que les dieron resultaron ser solo eso: palabras.
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