LANOTA.- El sol apenas caía sobre Reynosa, cuando una patrulla de la Guardia Estatal detectó una camioneta GMC Sierra con reporte de robo circulando por una brecha polvorienta. Al marcarles el alto, los ocupantes respondieron con fuego. Los agentes repelieron la agresión y comenzó una persecución que terminó cuando el vehículo chocó contra un poste de luz.
En el intercambio final murieron cinco personas, entre ellas una mujer identificada como “La Chucky”, presunta integrante del Cártel del Golfo. Ningún elemento estatal resultó herido.
En el lugar fueron aseguradas seis armas largas calibre .223, 39 cargadores, cuatro chalecos tácticos, equipos de radiocomunicación y “ponchallantas”, herramientas de uso común entre grupos delictivos.
La Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas confirmó que la evidencia fue puesta bajo resguardo ministerial y que los operativos continuarán en la zona.
UNA SICARIA VISIBLE
A diferencia de las generaciones anteriores del crimen organizado, “La Chucky” no se ocultaba. Su rostro circulaba en redes sociales junto a rifles de asalto, corridos tumbados, camionetas de lujo y ramos buchones.
Era parte de una nueva ola de sicarias del Cártel del Golfo, jóvenes que mezclaban la cultura narca y la exposición digital para construir una identidad criminal visible.
Fuentes locales señalan que ganó notoriedad en Reynosa y San Fernando, donde era conocida por su papel como “halcona” —vigilante armada— y por mantener una relación con un cabecilla regional del CDG.
Incluso, en 2019 fingió su muerte tras un ajuste de cuentas interno, pero meses después reapareció activa en redes sociales, desmintiendo su propia ejecución.

UNA HISTORIA MARCADA POR LA VIOLENCIA
“La Chucky” provenía de una familia golpeada por el crimen. Su hermana Nayeli, conocida como “La Chata”, murió en 2011 en circunstancias nunca aclaradas. Algunos medios locales señalan que la pérdida fue el punto de quiebre que la llevó a integrarse al mundo del narcotráfico.
A partir de entonces, su vida giró en torno a la estética del sicariato: uniformes tácticos, armas largas, camionetas blindadas y música de guerra. Su presencia en redes era una mezcla de glamour y violencia, el reflejo de un fenómeno creciente entre jóvenes reclutadas por los cárteles.
EL FENÓMENO DE “LAS MARUCHERAS”
La muerte de “La Chucky” ha reavivado la conversación sobre “Las Marucheras”, el grupo de jóvenes sicarias del Cártel del Noreste (CDN) que saltaron a la fama en 2019.
Estas mujeres, inicialmente “halconas”, escalaron posiciones dentro de las células criminales tras la caída de líderes masculinos. Adoptaron un nombre derivado de “Los Marucheros”, los vigilantes de bajo rango conocidos por sobrevivir con sopas instantáneas durante sus guardias.
Entre las figuras más recordadas están “La Güera” y “La Peque Sicaria”, esta última confesó haber participado en secuestros y enfrentamientos armados. Ambas representaron una cara brutal del sicariato femenino, una tendencia que expone la vulnerabilidad de jóvenes reclutadas por la violencia estructural y la promesa de poder fácil.
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