¡Latimos juntas! El 8M retumba en las calles de la CDMX y el país con fuerza y esperanza

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La Marcha del 8M al culminar en el Zócalo.

LANOTA.MX.  En la mañana del 8 de marzo, la Ciudad de México despertó con un murmullo creciente, uno que poco a poco fue tomando forma en consignas, carteles y pasos firmes de miles de mujeres que salieron a las calles. No era solo una marcha; era un grito colectivo, un recordatorio de que la lucha por justicia, equidad y el fin de la violencia de género sigue más vigente que nunca.

Desde temprano, los puntos icónicos de la ciudad comenzaron a teñirse de morado y verde: el Monumento a la Revolución, la Glorieta de las Mujeres que Luchan, la Diana Cazadora y el Ángel de la Independencia fueron los puntos de encuentro donde grupos de amigas, madres con sus hijas, abuelas, jóvenes estudiantes y colectivas feministas se dieron cita. Cada una con una historia distinta, pero todas con el mismo objetivo: hacer visible el dolor que tantas veces se ha querido silenciar.

Entre pancartas con nombres de víctimas, retratos de mujeres desaparecidas y frases que exigían un alto a la impunidad, las manifestantes comenzaron a avanzar. El ambiente se llenó de cánticos y tambores, de risas y lágrimas, de abrazos sororos entre quienes, sin conocerse, se sentían unidas por la misma causa.

Mientras la Ciudad de México se llenaba de consignas y pañuelos morados, otras ciudades del país también hicieron retumbar su voz. En Monterrey, Guadalajara y Mérida, miles de mujeres marcharon con pancartas y exigencias de justicia, seguridad y derechos. 

En Chihuahua y Veracruz, las manifestaciones resaltaron la urgencia de frenar la violencia de género, mientras que en Tijuana y Ciudad Juárez, las protestas llevaron un mensaje claro contra los feminicidios en la frontera. Desde el norte hasta el sur, México se unió en un solo grito: ¡Vivas nos queremos!

EL CORAZÓN DE LA MARCHA

Para las 14:20 horas, el Zócalo capitalino se convirtió en el epicentro de la movilización. En medio de un mar de banderas y mantas, las voces de mujeres de todas las edades resonaron con fuerza. Ahí, en pleno centro del país, en el mismo lugar donde se han escrito tantas páginas de la historia de México, miles de ellas alzaron la voz por aquellas que ya no pueden hacerlo.

Algunas compartieron testimonios de violencia y pérdidas, relatos de injusticia que calaron hondo entre las asistentes. Otras, con megáfonos en mano, exigieron a las autoridades respuestas, justicia y compromiso real con la erradicación de la violencia de género. Cada palabra pesaba, cada consigna llevaba el peso de una lucha que no puede esperar más.

A lo largo de la ruta, los contingentes se diversificaron: algunos se enfocaron en difundir información sobre derechos y medidas de autoprotección, otros realizaron intervenciones artísticas con pintura y performance, mientras que colectivos de acompañamiento ofrecían apoyo emocional y legal. La marcha no solo fue una protesta; fue también un espacio de resistencia, apoyo y construcción de comunidad.

UN GRITO QUE RESUENA MÁS ALLÁ DEL 8M

El punto culminante llegó con la llegada masiva al Zócalo. Entre cantos y abrazos, el aire se llenó de una energía inquebrantable: una mezcla de indignación, dolor y esperanza. Allí, las mujeres encendieron fogatas y formaron círculos de conversación, en los que se compartieron experiencias, miedos y sueños de un futuro donde las niñas de hoy no tengan que marchar mañana.

Pese a algunos episodios de tensión, como el uso de gas lacrimógeno cerca de la Catedral Metropolitana, el espíritu de la movilización se mantuvo intacto. La sororidad venció al miedo, la unión superó cualquier intento de división. La jornada cerró con una sensación de que, aunque queda mucho camino por recorrer, la lucha no se detendrá.

El 8M en la Ciudad de México no fue solo una marcha más. Fue el reflejo de una fuerza imparable, de un movimiento que sigue creciendo y que, con cada paso, está transformando la historia. Porque mientras haya injusticia, habrá mujeres alzando la voz. Y mientras haya mujeres alzando la voz, el mundo no podrá seguir ignorándolas.

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