LANOTA.- Todo comenzó con una promesa. Una oferta laboral publicada en redes sociales —como tantas otras que circulan todos los días— fue el anzuelo perfecto para atrapar a Edgar Julián, de 20 años, y Héctor, de apenas 15. En busca de una oportunidad y un mejor futuro, dejaron sus hogares en Jalisco y llegaron hasta la Nueva Central de Autobuses de Tlaquepaque, un sitio que se ha convertido, silenciosamente, en el epicentro de múltiples desapariciones vinculadas al crimen organizado.
Lo que parecía un paso hacia el trabajo terminó siendo la entrada a un sistema de reclutamiento criminal encubierto, una maquinaria que desaparece, traslada, retiene y entrena a jóvenes como ellos.
EN MANOS DE LA DELINCUENCIA
Según los propios testimonios de Edgar y Héctor, tras llegar al punto de encuentro indicado en la falsa oferta, fueron llevados a una zona rural del estado de Sinaloa, donde permanecieron en contra de su voluntad durante casi tres meses. Les quitaron sus celulares, les impidieron comunicarse con sus familias y los forzaron a convivir con otros jóvenes dentro de un campamento cuya ubicación exacta aún no ha sido revelada.
Ahí, según contaron a las autoridades, fueron sometidos a entrenamientos ligados a actividades criminales. No mencionan golpes ni torturas, pero sí el aislamiento, la vigilancia y la sensación constante de no poder escapar. Estaban dentro, atrapados, con la única salida apuntando hacia una vida al margen de la ley.
EL REGRESO DESPUÉS DEL HORROR
Pese a la incertidumbre, ambos lograron huir. Volvieron por sus propios medios a Jalisco. Tal vez por instinto o por miedo, regresaron justo al punto donde comenzó todo: el Módulo 7 de la Central de Autobuses de Tlaquepaque, el mismo lugar que los llevó a desaparecer. Ahí fueron localizados el 3 de julio por la Policía Municipal.
“Efectivamente los localizamos en el Módulo 7… uno con ficha de desaparecido, el otro sin denuncia previa. Nos dicen que fueron reclutados en Sinaloa”, confirmó un comandante de la corporación a medios de comunicación.
UNA HISTORIA QUE SE REPITE
El caso de Edgar y Héctor no es aislado. Desde hace años, colectivos de búsqueda y familiares han denunciado que la Nueva Central de Autobuses es utilizada como centro de enganche para redes del crimen organizado. En marzo de 2025, el Rancho Izaguirre —en Teuchitlán, Jalisco— fue identificado como un presunto campo de entrenamiento y exterminio operado por el CJNG, donde se encontraron restos humanos, ropa y rastros de fuego. Muchos creían que todos los desaparecidos eran asesinados. Esta historia demuestra que algunos son trasladados vivos, adoctrinados y usados.
EL FUTURO DESPUÉS DEL INFIERNO
Hoy, Edgar y Héctor están bajo resguardo del Estado. Reciben atención médica y psicológica, mientras las autoridades investigan la identidad de los reclutadores, la ubicación del campamento y la posible existencia de redes de trata o trabajo forzado al servicio del crimen.
Pero la huella ya quedó marcada: una falsa promesa los llevó a desaparecer, los convirtió en engranes de una red criminal, y les arrebató parte de su juventud. Sobrevivieron para contarlo, en un país donde, según cifras oficiales, hay más de 123 mil personas desaparecidas.
¿Y cuántas más siguen atrapadas en algún punto remoto del país, bajo el mismo engaño?
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