Del supuesto amor a la masacre: la ruta macabra de un feminicida en Sonora

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El velorio de las víctimas del monstruo.

LANOTA.-   La noche se hizo más fría en Sonora cuando la Fiscalía estatal anunció la vinculación a proceso de Jesús Antonio “N”, acusado de feminicidio agravado y del homicidio de tres niñas. Los rostros de los habitantes de Hermosillo reflejaban incredulidad: ¿cómo pudo un hombre planear la muerte de quien decía amar y sus propias hijas?

UN VIAJE QUE TERMINÓ EN HORROR

El 3 de julio, entre las 16:00 y las 17:00 horas, Jesús Antonio recogió a Margarita “N” y a sus tres pequeñas —dos de 11 años y una de 9— con el pretexto de un día de carretera rumbo a Bahía de Kino. Todo transcurrió en silencio hasta que, al caer la tarde, detuvo el vehículo en el entronque de la carretera 36 con la vía Hermosillo–Bahía de Kino.

Allí, sin mediar palabra, abrió fuego contra Margarita y la abandonó junto al camino. Su cuerpo apareció al día siguiente, una madre sin aliento, partida por la bala de quien fue su pareja ocasional. Sin detenerse, Jesús Antonio prosiguió siete kilómetros más adelante, descendió y asesinó a las tres niñas, cuyos cuerpos fueron hallados al día siguiente, un macabro cuadro de niñez interrumpida.

EL VELORIO DEL SILENCIO

En la casa de la abuela paterna, cuatro ataúdes se alinearon entre coronas blancas y fotos escolares. Niñas de tercero y sexto de primaria, compañeras y maestros guardaron silencio mientras colocaban flores. Carlos Tapia, exesposo de Margarita y padre de las niñas, exclamó con voz temblorosa: “Que pague con la máxima pena. No permitiremos que se burle de la justicia.”

La escena era un grito de dolor colectivo. Las veladoras encendidas competían con las lágrimas contenidas, y cada familia se preguntaba si este horror podría repetirse si la impunidad vence.

La periodista Lorenza Sigala resumió la crudeza del hallazgo: “Ver a las tres niñas abrazadas, inmóviles, fue como presenciar el límite último de la injusticia. Ese abrazo fue su último acto de amor, su resistencia final ante un mundo que les falló.” Sus palabras, compartidas en una crónica llamada El abrazo que la violencia no logró romper, siguen resonando en los pasillos de la fiscalía y en las plazas de Sonora.

BUSCADORAS QUE NO SE RINDEN

El hallazgo fue posible gracias a Buscadoras por la Paz Sonora, que tras dos llamadas anónimas llegaron al paraje con la Guardia Nacional. Cecilia Delgado, líder del colectivo, narró con indignación: “Allí estaban, en pijamas, abrazadas como para protegerse de las balas. Esa imagen quedará grabada en nosotras para siempre.”

JUSTICIA CON NOMBRE Y APELLIDO

Este lunes, Rafael Acuña Griego, presidente del Supremo Tribunal de Justicia de Sonora, recordó que la ley prevé hasta 70 años de prisión para crímenes de esta magnitud. Con Jesús Antonio “N” a la espera de juicio, la sociedad exige no solo una condena ejemplar, sino reformas reales que eviten que un hombre armado y violento vuelva a destruir a una familia.

En Sonora, la rabia y el dolor conviven con la esperanza de que este caso no se diluya en expedientes. Porque, por más frías que sean las cifras, cada nombre arrebatado es una historia que el silencio no puede enterrar.

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