LANOTA.MX.– A casi dos semanas del hallazgo del Rancho Izaguirre, un predio en Teuchitlán, Jalisco, utilizado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) como centro de adiestramiento y crematorio clandestino, las autoridades no han dado avances significativos en la investigación.
Sin embargo, los testimonios de quienes lograron sobrevivir a ese infierno comienzan a salir a la luz, revelando detalles escalofriantes de lo que ocurría en ese lugar.
Uno de estos testimonios fue compartido por el periodista Alejandro Domínguez a través de Milenio Televisión. El sobreviviente, cuya identidad se mantiene en reserva por seguridad, relató cómo fue engañado con una falsa oferta de trabajo y cómo logró escapar de las garras del CJNG.
LA TRAMPA DEL EMPLEO FALSO
Todo comenzó en junio de 2024, cuando el hombre encontró una oferta de trabajo como guardia de seguridad, con un sueldo mensual de 13 mil pesos. Sin sospechar que se trataba de una trampa, acudió al punto de encuentro: la terminal de autobuses de Tlaquepaque.
“Cuando nos llevaron de la terminal de Tlaquepaque, pasó un Uber por nosotros. De ahí nos llevaron a una casa que está cerca de ese lugar donde está el rancho. Ahí fue donde nos dimos cuenta de que no era el trabajo que nosotros creíamos, porque había gente armada”, relató.
Ese mismo día, otras siete personas fueron trasladadas junto con él al Rancho Izaguirre, un lugar que pronto descubrirían que era una fábrica de sicarios.
EL ADIESTRAMIENTO Y LA AMENAZA DE MUERTE
Una vez dentro del rancho, los reclutas eran sometidos a un brutal adiestramiento. A cambio de completarlo y convertirse en sicarios, les ofrecían 3 mil pesos semanales (12 mil al mes). Pero la alternativa era aún más aterradora: aquellos que se negaban o no cumplían con las exigencias del entrenamiento eran asesinados.
“Se podría decir que era un lugar de adiestramiento, pero también de castigo. También se mataban a personas que no obedecían, que eran considerados débiles, que no cumplían con el entrenamiento”, explicó el sobreviviente.
Los cuerpos de quienes morían eran llevados a un cuarto conocido como “la carnicería”, donde eran desmembrados por otros reclutas como parte de su entrenamiento. Después, los restos eran incinerados en los crematorios clandestinos del rancho.
“El lema ahí era que si no hay cuerpo, no hay delito. Ese era su lema”, agregó.
LA ESPERANZA DE ESCAPAR
Tras completar el adiestramiento, el sobreviviente fue enviado a una plaza del CJNG en Zacatecas. Sin embargo, el miedo y el deseo de volver a ver a su hijo lo impulsaron a planear su escape.
“Ya estando ahí, me tuve que escapar. No había de otra, porque yo no quería estar ahí. Por el miedo y, más que nada, porque quería volver a ver a mi hijo. Estaba pequeño, está pequeño”, relató con emoción.
LAS PRENDAS Y LOS OBJETOS ENCONTRADOS
Respecto a las prendas de vestir, zapatos y objetos personales encontrados por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, el sobreviviente aclaró que no necesariamente pertenecen a personas fallecidas.
“Para estar en ese lugar, nos vendían ellos botas tácticas, porque el zapato o el tenis no servía. Estaba prohibido”, explicó.
UN LLAMADO A LA JUSTICIA
Mientras las familias de las víctimas continúan buscando respuestas, testimonios como este revelan la crueldad del Rancho Izaguirre y la impunidad con la que operaba el CJNG. Aunque el sobreviviente logró escapar, su historia es un recordatorio de las miles de personas que no tuvieron la misma suerte.
Hoy, el Rancho Izaguirre no es solo un lugar de horror, sino un símbolo de la violencia que sigue azotando a México. Y mientras las autoridades guardan silencio, las voces de los sobrevivientes exigen justicia.
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