LANOTA.– La calma en Sinaloa se rompió hace apenas unos meses, cuando un escalofriante repunte en la violencia volvió a sacudir a esta región marcada por la disputa entre poderosos cárteles.
Omar García Harfuch, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), no dudó en señalar dos detonantes clave: la muerte de Jorge Humberto Figueroa Benítez, alias La Perris o El 27, uno de los jefes de seguridad de Los Chapitos, y la activa presencia de las Fuerzas Especiales Avendaño, un grupo armado que sembró temor y caos en varios municipios.
Pero, ¿quiénes son estos personajes y por qué su caída o movimiento desató una ola de violencia que puso en jaque a la región? La Perris, abatido en mayo en Navolato, era una pieza fundamental en la estructura criminal de Los Chapitos y, según Estados Unidos, su captura valía un millón de dólares. Su rol cobró aún más peso tras la detención de otro capo conocido como El Nini en 2023, y su eliminación dejó un vacío que desató enfrentamientos internos y un aumento en los homicidios.
LA CÉLULA AVENDAÑO Y EL CHOQUE ENTRE CARTÉLES
Mientras tanto, la célula Avendaño, liderada por Irving Eduardo Avendaño Zazueta, alias “El Pagador”, se consolidó como un grupo táctico letal. Su arsenal de alto poder, uso de tecnología avanzada como drones y tácticas de combate urbano los convirtieron en protagonistas de múltiples enfrentamientos violentos. Su reciente desarticulación —con la captura de varios de sus integrantes, incluyendo a José Manuel Labrada Cárdenas “Treviño”— se suma a una estrategia de seguridad reforzada, pero también refleja la complejidad del conflicto.
Este repunte violento en Sinaloa no solo impacta la seguridad local: representa el choque entre facciones rivales como Los Chapitos y Los Mayitos —los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán y de Ismael “El Mayo” Zambada, respectivamente—, una batalla que mantiene en vilo a todo el país.
A pesar de los esfuerzos del gobierno federal, que ha incrementado la presencia militar y policiaca, la realidad en Sinaloa sigue siendo un tablero en constante movimiento, donde cada caída y cada captura reconfigura las alianzas y los niveles de violencia. La pregunta que queda en el aire es: ¿cuánto tiempo podrá sostenerse esta frágil calma?
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