LANOTA. En la casa de Araceli Martínez, en la Colonia 10 de Junio, Tultepec, enormes grietas surcan las paredes como cicatrices de un proyecto que la sobrepasa: la ampliación del Tren Suburbano hacia el Aeropuerto Felipe Ángeles.
Lo que debía ser un símbolo de progreso se ha convertido en una sentencia de miedo: cada estruendo de la maquinaria, cada vibración que recorre los rieles recién instalados, amenaza con derrumbar la vivienda de Araceli y, con ella, la tranquilidad de al menos 100 hogares igualmente afectados.
Los informes del ingeniero estructuralista Juan Manuel Quijas son contundentes: estas “deficiencias constructivas” no son capricho de la naturaleza, sino el resultado directo de la cercanía de los nuevos rieles de carga y pasajeros.
Quijas advierte que la casa “requiere de manera urgente recimentar y reforzar la estructura”, pues los asentamientos y grietas “se vienen incrementando a lo largo de este año”. Sin embargo, las firmas del documento se pierden en el eco de las promesas incumplidas de la Administración federal.
Desde noviembre, los colonos mantienen paralizadas las obras de dos estaciones en Tultepec. “Aquí se vive con miedo, porque, de repente, cuando se sacude demasiado, ya uno está pensando en querer salir”, relata Martínez, con la voz quebrada por la angustia de no saber si su hogar será un refugio o una trampa mortal.
Protección Civil municipal, pese a constatar el deterioro –“asentamiento hacia la parte trasera”–, se limita a descartar un “riesgo estructural” inminente, como si esa etiqueta desactivara el peligro que palpitan en cada grieta.
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LLAMADO A LAS AUTORIDADES
Y mientras los graffitis estigmatizan la estación vandalizada en la zona del Chaparral, en las casas vecinas se libran batallas más silenciosas: callados llantos de madres que desean resguardar a sus hijos, llamadas infructuosas a las autoridades y la desesperanza de quien ve cómo su patrimonio se quiebra sin respuesta oficial.
La Dirección General de Transporte Ferroviario y Multimodal asegura que no es responsable de los daños, aún cuando ofreció, en un papel, asumir las reparaciones. ¿Hasta cuándo habrá que exigir que un documento tenga más peso que la vida de las familias?
El progreso no puede escribirse sobre ruinas. Si el Tren Suburbano es, en efecto, un avance para la conectividad, no puede cimentarse a costa de la seguridad y dignidad de quienes habitan su ruta.
Exigimos al Gobierno federal que convierta sus ofrecerimientos en hechos, que recimente no solo las casas dañadas, sino también la confianza quebrada de las comunidades. Porque el bienestar de la gente no es un ítem más en un presupuesto: es la razón de ser de toda obra pública.
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