LANOTA.- La madrugada del sábado no fue una más en la Base Aérea Whiteman. El zumbido casi imperceptible de los bombarderos furtivos B-2 Spirit rompió el silencio mientras despegaban uno a uno, sus alas de murciélago brillando bajo la luz artificial del hangar. Con los distintivos MYTEE11 y MYTEE21, comenzaron su misteriosa travesía, rumbo a lo desconocido.
Mientras tanto, en Washington, Donald Trump regresaba a la Casa Blanca. La imagen del exmandatario caminando con paso apremiante hacia el Salón de Situación activó todas las alarmas. ¿Está Estados Unidos por entrar de lleno en el conflicto más explosivo del siglo?
En paralelo, en lo profundo del desierto iraní, la planta nuclear de Fordo, sepultada bajo 80 metros de montaña sólida y capas de concreto, permanece como un enigma: impenetrable para cualquier país… menos para uno.
LA SOMBRA DEL “ROMPEBÚNKER”
La Fuerza Aérea estadounidense no lo confirma, pero el rastro de los B-2 y su reabastecimiento frente a la costa oeste indica una misión prolongada. Expertos citados por The New York Times aseguran que las aeronaves podrían portar la GBU-57, la “Madre de todas las bombas penetrantes”, diseñada con un único objetivo: destruir Fordo.
Seis metros de acero endurecido, 14 toneladas, y una capacidad destructiva capaz de perforar 60 metros de concreto reforzado antes de detonar. Una vez en el aire, el B-2 no solo representa una amenaza: se convierte en la única máquina sobre la faz de la Tierra capaz de reducir a escombros las instalaciones nucleares más protegidas del planeta.
Israel lo sabe. Y lo pide. Pero Estados Unidos se ha negado a transferir esta tecnología. Fordo, por ahora, sigue fuera del alcance del arsenal israelí. Pero con el despliegue del USS Nimitz, destructores en el Mediterráneo y cazas adicionales en Europa y Medio Oriente, la ecuación cambia. Y rápido.
“LEÓN NACIENTE” Y LA RESPUESTA IRANÍ
Desde el 12 de junio, Israel lanzó la Operación León Naciente. Ya han caído instalaciones clave, han muerto comandantes iraníes de élite, y Teherán ha respondido con misiles y drones. El mundo observa una guerra que se libra en las sombras y los cielos, pero que puede iluminarse con fuego nuclear en cualquier momento.
“Retrasamos entre dos y tres años la capacidad iraní para fabricar el arma”, declaró el canciller israelí Gideon Saar. Pero admitió: “Fordo aún está en pie.”
Esa frase retumba hoy en los pasillos del Pentágono y en los informes que aterrizan en el escritorio de Trump. ¿Será esta la línea roja que cruzará Estados Unidos?
UNA DECISIÓN QUE CAMBIARÁ LA HISTORIA
El despliegue de los B-2 no es rutinario. Es un mensaje. Uno que resuena no solo en Irán, sino en Moscú, Pekín y Bruselas. Porque cuando estos bombarderos despegan, lo hacen solo por una razón: prepararse para una guerra que solo ellos pueden ganar desde el aire.
Y mientras los analistas debaten, los radares captan el eco de su vuelo silencioso sobre el Pacífico.
El espíritu del B-2 se alza. Y el mundo, una vez más, tiembla.
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