LANOTA.- Cuando escuchas que “cayó la confianza del consumidor” suena a frase lejana, de esas que parecen importar sólo a economistas de traje. Pero en realidad, es una alerta que toca directo a tu bolsillo, tus compras y hasta tu estado de ánimo frente al futuro.
Y eso justo pasó en junio: la confianza del consumidor en México tuvo su peor tropiezo en siete meses, según el INEGI. ¿Qué significa eso? Que cada vez más personas creen que este no es un buen momento para gastar, ni en cosas básicas ni en bienes duraderos, como un refrigerador, una tele o muebles.
¿Y ESO A QUIÉN LE AFECTA?
A todos. Porque cuando la gente no se siente segura de gastar, las tiendas venden menos, las empresas producen menos, se contrata menos gente… y se empieza a frenar la economía. La desconfianza es contagiosa.
En junio, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) bajó a 45.43 puntos, un descenso de 1.05 respecto a mayo. El golpe más fuerte fue en el rubro de “compras grandes”: bajó 2.59 puntos, su peor nivel en más de 5 años. En pocas palabras, la gente siente que no le alcanza para nada que cueste un poco más de lo básico.
También cayó la percepción sobre cómo está la economía del país hoy en comparación con hace un año, y cómo estará en el futuro cercano. Los mexicanos no sólo ven el presente con recelo, también están perdiendo fe en lo que viene.
Sí… y no. Cada tanto hay bajones, pero este es el peor retroceso en más de dos años y medio, en términos anuales. Para que te des una idea: el pesimismo actual sólo es superado por el que se vivió en noviembre de 2022, cuando la inflación estaba más disparada y el panorama más incierto.
¿POR QUÉ DEBERÍAMOS PREOCUPARNOS?
Porque la confianza del consumidor es como el termómetro emocional del país. Si ese ánimo se enfría, lo demás también. Se frena el consumo, se congela la inversión, se alargan los pagos, se postergan los planes.
Y aunque en junio hubo un ligero respiro en cómo la gente ve su situación personal futura (ese rubro subió 0.19 puntos), la mayoría de las señales apuntan a que las familias mexicanas están viendo el futuro con más miedo que entusiasmo.
En resumen: cuando la gente deja de confiar, el país se detiene.
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